Despertar.
He madrugado recio
por venerar al día;
¡qué enorme la noche
cuando escasea el tiempo!
Me he aferrado a la tierra,
mas, el brazo extendido,
por si el tímido aire
se prestara al abrazo.
Y, así, unidos, fluir,
deslizarse,
en un delirio súbito,
por el tobogán del vértigo.
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