miércoles, 18 de abril de 2007

A Silvia Favaretto

Esquivo, el gato, arquea el lomo
y ronronea al lado de la lumbre.
Crepita el fuego del hogar
como música de fondo.
Se abre la puerta en la penumbra y aparece
Silvia, con su vestido-clámide.
Se sienta junto al fuego y de su boca
surge Venecia en verso emocionado.
Un verso elaborado, cadencioso
que suena nemoroso y acaricia.
Un verso integral, como exudado
a través de su piel cálida y blanca.
¡Cosa extraña! Algo tan alto como el cielo
moró por un tiempo en La Cabaña.

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