miércoles, 18 de abril de 2007

Irrepetible tarde triste

21 de noviembre de 2006
¡Cuántas veces he pensado en lo imposible!
Si hubiese venido a verme, y la distancia
no hubiese cerrado entre los dos
las sombras del silencio,
hubiera podido ver en mi cara
y en mis ojos
las frases que quedaron sin palabras.
Ahora ya sabe que no puedo moverme,
que me he anclado en el tiempo y el silencio,
maniatado entre un légamo infecundo
al que un rudo lastre me ata y me anquilosa.
Ahora que han pasado las horas de las rosas,
es posible que ya sea demasiado tarde,
pero aún así, quiero decir que lo comprendo.

No voy a revivir lo ya pasado
ni a reescribir lo que quedó enterrado
en la larga agonía de versos marchitados, macilentos;
una larga letanía de versos enclaustrados
entre las noches dilatadas del insomnio.

Aunque hubiera una nueva vida para el hombre
que destruyó su vida inútilmente,
otra vida no sería suficiente
para enmendar los yerros cometidos.

Es, sí, ya demasiado tarde
y no queda lugar a un nuevo sueño,
para llamarla y convocarla hacia una noche
plena otra vez de luna llena,
para atisbar amaneseres nuevos;
para olvidar la muerte en la ribera
del río desbordado que sigue y que no cesa.

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